jueves, 27 de octubre de 2016

Tres poemas de Dina Bellrham, Ecuador



Un pequeño homenaje a  Dina Bellrham (Edelina Adriana Beltrán Ramos, Ecuador; Naranjito, 6 de julio de 1984 – Guayaquil 27 de octubre del 2011), en el 5º aniversario de su muerte. Poeta de imágenes alucinadas, de cosmogonías desgarradas que construyen una “cirujía de lo sórdido” no exenta de sarcamos, debería figurar en todas las antologías de poetas suicidas, que están ahora tan en boga.   
 “Dina Bellrham lleva el estandarte de la angustia indeleble, por eso escapa, increpa al cuerpo, se evade de él, se observa ahora desde el centro de la tierra:Miro mis yoes / desde el suelo”. Nos dice, (antes lo hizo desde la atmósfera de La mujer de helio). Soy el fantasma de ayer. / Anteayer / sembraron / mis cenizas”. Cargar entre los ojos la visión premonitoria de la inefable compañera, no plantearla de manera consciente, sino sentirla respirando entre la espalda a cada paso; y desde ahí, desde esa presencia avasallante, re-construir el verbo en la poesía.”
                                                                              (Siomara España)


Apertura


a

“Más que por la A de amor estoy por la A
de asma, y me ahogo
de tu no aire, ábreme”
Gonzalo Rojas.

La tumba me zumba desde la epiglotis. Cómo duele lanzar un grito en medio de los árboles.
Respirar se me ha vuelto tan desesperante. ¡Ah disnea!, esa capacidad la tuya de dejarme trémula en media vereda, en media cena, en media distancia hacia el apocalíptico murmullo de los bronquios, que gimen su tortura; y pensar que quería usar la bufanda para apresurar el salto de canguro del miocardio.
Están de luto las sextas uñas.
Vocifero una espuma de hematíes y  las palabras me salen cortadas, ahogadas…
La tos es la muerte del amor de cantinas. La tos no escatima súplicas a la afonía verde de los insectos.
Y pensar que siempre quiero marcharme dejando las maletas debajo del catre, y el abrigo puesto en el cuerpo de otra.

La insensible

la insensible
jamás nutrió el bonsái
que habitaba en su ojo
descubrió que abrir las piernas
era más fácil que abrir los brazos
por eso revienta sus grifos
y enciende sus cuernos.

La insensible
mató la cuna y los pezones del hambre
nació columpio
y pronto se deshizo de los niños,
amarla es irrumpir el silencio de las piedras.

La insensible
por insensible dejará huérfana su sombra.
romperá su voz de lluvia
para olvidar la melancolía de los dientes.

la insensible transita en su diástole,
como su padre hecho ovillo
en alguna botella fermentada de espinas.
Importa poco su esqueleto fútil
y la jauría carcomiendo los retratos.

La insensible prefirió arrancar sus oídos
a los relámpagos en su pecho.



 Encenderme

Acostumbrada a reposar en los ceniceros y en las cloacas,
eso de encenderme la luz del velador en media pesadilla es atroz.

Desnuda me anuncio tumba para asustar a los príncipes
y me vuelvo a esconder en las hojas de Alejandra:
                                                          su silencio es perpetuo,
                                                          como el gas de la estufa
                                                          cuando lo dejas hambriento
                                                          queriendo que pase lo atemporal.

Que me traguen los árboles otoñales,
las sillas de ruedas,
el purgatorio,
que me secuestre Cerbero en su uña ponzoñosa.

Que mueran esas alevillas que renacen en las úlceras.
Todo el miedo lo he bebido en una danza de falanges
estacionadas como fiestas de diabéticos crónicos.

Rompen mi ventana
los picos de pájaros relámpagos,
de pájaros sonrisas,
de pájaros murmullos.
                 Incrédula hasta de mí reflejo
                 que me rasguña tiempos de arena y cocteles.

Es difícil acercarse a la humanidad
cuando hueles con impotencia las flores
esas que vienen a regalarte cada mañana
                                             en tu lápida.


Dina Bellrham
De Je suis malade, El quirófano ediciones, Ecuador, 2012

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