Foto: Alicia Andrés
ANTONIO CORDERO SANZ
2.-
Castilla es la tarde lenta y el
verano
derramado en tu vientre,
y un brote púrpura
con olor a gasoil de moto bóxer,
a rumor de asfalto en los oteros
a campos de cebada entre movimientos
turbios
sobre la motocicleta.
Cómo explicarte desde tan cerca
por qué la flor del cerezo
devora el corazón del transeúnte
y no quemar tu pelo al tiempo?
cómo rodearte en firme
y mantener tus mejillas blancas
de los últimos años compartidos?
Cómo devolverte al principio
y que lo entiendas
que ya no es sino creado
y desaparecido para siempre
en un tanka espiral desde tus labios.
©
Antonio Cordero Sanz
De Bardeo, Amargord, Madrid, 2014
Antonio Cordero Sanz (1963) es un poeta ad hoc beat, tanto en su obra, como en su filosofía nómada de la
vida, o en su aspecto de “motero con largas melenas”, como señala Enrique
Mercado en el prólogo de Bardeo. Cuando
Cordero empezó a publicar a principios de los 90, no había poetas de su estirpe
en España, donde la poesía oscilaba entre la línea de la experiencia y la
vanguardista-experimentalista. De hecho, la poesía de viajes que cultiva el
autor no deja de ser un subgénero
dentro de un subgénero, y por tanto una propuesta tan arriesgada como
innovadora.
La impronta beatnik está muy presente a lo largo de todo el
poemario: fluyen las imágenes oníricas, las asociaciones libres producidas por
la mente de forma ilimitada, la búsqueda de un mundo diferente. Por otro lado,
hay un movimiento continuo que hace que se solapen el viaje físico y el mental,
y suele ir acompañado de alguna banda sonora. Otras veces, es el poema el que
parte de un tema musical como “El sueño de Isis”, a partir de una canción de
Bob Dylan, o “Bella Lugosi is dead” inspirado en una canción homónima de la
banda de rock Bauhaus.
El libro contiene dos secciones bien diferenciadas: Castilla Beat y Dalton Beat. Los poemas que abren el libro se sitúan en una
Castilla con reminiscencias machadianas, pero contemplada desde lo alto de una
moto “con rumor de asfalto en los oteros”
y “movimientos turbios de motocicleta”, entre
campos de cebada, lo cual implica un ritmo diferente, más acelerado por momentos,
lo que no impide que aparezcan versos de gran plasticidad y tonos amarillos, de
un imaginario estival. Cordero dibuja, plasma ese paisaje árido a modo de
acuarela poética o haiku un poco heterodoxo: “Tractor en el otero/ sobre la laguna/ la bruma permanece/ silueta de
grullas”. El viaje continua por
Samarcanda, Budapest, Litang y otras tierras remotas que suenan a mito y que el
yo lírico pronuncia por sus nombres antiguos. A medida que avanza el libro,
encontramos un tono más irreverente y cercano al realismo sucio, donde poemas
eróticos se mezclan con conceptos teosóficos y viajes realizados en los 80, tan
lúcidos como psicotrópicos.
La sección que cierra el libro, Dalton Beat, es un homenaje a Roque Dalton y un acercamiento a los
territorios reales e imaginarios del poeta salvadoreño. A través de un tono
comprometido y desgarrado, Antonio Cordero nos presenta la sórdida realidad de
Latinoamérica en los años 90: guerras, desaparecidos, violencia, visiones de
pobreza: “El olor de la pólvora/ del fuego
y la sangre sobre la tierra/ la misma agonía repetida/ el mismo humo del
hogar”.
La itinerancia del
poemario, su variedad de registros, recuerdan a los versos de Allen Ginsberg “Escribo poesía porque mi mente se contradice
a sí misma, un minuto está en Nueva York, al otro minuto en los Alpes
Dináricos.” En definitiva, Antonio Cordero lleva a cabo una road movie poética tan personal como
cosmopolita.
Verónica
Aranda
(Reseña publicada en Nayagua nº
22, julio de 2015)