domingo, 30 de agosto de 2015

Poema nómada estival, Antonio Cordero Sanz

              
 
                                                  Foto: Alicia Andrés
 
 
 
ANTONIO CORDERO SANZ
2.-
Castilla es la tarde lenta y el verano
derramado en tu vientre,
y un brote púrpura
con olor a gasoil de moto bóxer,
a rumor de asfalto en los oteros
a campos de cebada entre movimientos turbios
sobre la motocicleta.
Cómo explicarte desde tan cerca
por qué la flor del cerezo
devora el corazón del transeúnte
y no quemar tu pelo al tiempo?
cómo rodearte en firme
y mantener tus mejillas blancas
de los últimos años compartidos?
 
Cómo devolverte al principio
y que lo entiendas
que ya no es sino creado
y desaparecido para siempre
en un tanka espiral desde tus labios.
 
                        © Antonio Cordero Sanz
                          De Bardeo, Amargord, Madrid, 2014
 
Antonio Cordero Sanz (1963) es un poeta ad hoc beat, tanto en su obra, como en su filosofía nómada de la vida, o en su aspecto de “motero con largas melenas”, como señala Enrique Mercado en el prólogo de Bardeo. Cuando Cordero empezó a publicar a principios de los 90, no había poetas de su estirpe en España, donde la poesía oscilaba entre la línea de la experiencia y la vanguardista-experimentalista. De hecho, la poesía de viajes que cultiva el autor no deja de ser un subgénero dentro de un subgénero, y por tanto una propuesta tan arriesgada como innovadora.
La impronta beatnik está muy presente a lo largo de todo el poemario: fluyen las imágenes oníricas, las asociaciones libres producidas por la mente de forma ilimitada, la búsqueda de un mundo diferente. Por otro lado, hay un movimiento continuo que hace que se solapen el viaje físico y el mental, y suele ir acompañado de alguna banda sonora. Otras veces, es el poema el que parte de un tema musical como “El sueño de Isis”, a partir de una canción de Bob Dylan, o “Bella Lugosi is dead” inspirado en una canción homónima de la banda de rock Bauhaus. 
El libro contiene dos secciones bien diferenciadas: Castilla Beat y Dalton Beat. Los poemas que abren el libro se sitúan en una Castilla con reminiscencias machadianas, pero contemplada desde lo alto de una moto “con rumor de asfalto en los oteros” y  “movimientos turbios de motocicleta”, entre campos de cebada, lo cual implica un ritmo diferente, más acelerado por momentos, lo que no impide que aparezcan versos de gran plasticidad y tonos amarillos, de un imaginario estival. Cordero dibuja, plasma ese paisaje árido a modo de acuarela poética o haiku un poco heterodoxo: “Tractor en el otero/ sobre la laguna/ la bruma permanece/ silueta de grullas”.  El viaje continua por Samarcanda, Budapest, Litang y otras tierras remotas que suenan a mito y que el yo lírico pronuncia por sus nombres antiguos. A medida que avanza el libro, encontramos un tono más irreverente y cercano al realismo sucio, donde poemas eróticos se mezclan con conceptos teosóficos y viajes realizados en los 80, tan lúcidos como psicotrópicos.  
La sección que cierra el libro, Dalton Beat, es un homenaje a Roque Dalton y un acercamiento a los territorios reales e imaginarios del poeta salvadoreño. A través de un tono comprometido y desgarrado, Antonio Cordero nos presenta la sórdida realidad de Latinoamérica en los años 90: guerras, desaparecidos, violencia, visiones de pobreza: “El olor de la pólvora/ del fuego y la sangre sobre la tierra/ la misma agonía repetida/ el mismo humo del hogar”.
 La itinerancia del poemario, su variedad de registros, recuerdan a los versos de Allen Ginsberg “Escribo poesía porque mi mente se contradice a sí misma, un minuto está en Nueva York, al otro minuto en los Alpes Dináricos.” En definitiva, Antonio Cordero lleva a cabo una road movie poética tan personal como cosmopolita.  
 
 
                                                                                                          Verónica Aranda
                                             (Reseña publicada en Nayagua nº 22, julio de 2015)

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