sábado, 21 de diciembre de 2013

Haikus invernales

           
                                                                  © Foto: Verónica Aranda
 
Solsticio de invierno, 21 de diciembre
 
 
         I
Atravesando
bosques de arbustos rojos
llego al glaciar.
 
             II
Campos de escarcha.
En el zurrón del nómada
su carta astral.
 
         III
Bajo la nieve
el zorro colorado
se desorienta.
 
      IV
Frío polar.
Las tortugas se apilan
formando torres.
 
        V
Día de invierno.
         Del bolsillo del músico          
         cae una nuez.
                    
                                      ©Verónica Aranda
 
 
 

 


martes, 10 de diciembre de 2013

Presentación de "El descanso del viento"






Ana Martín Puigpelat despliega la amplia simbología del viento en su último poemario, A propósito del viento. Estamos ante una poética que transita el proceso de fermentar la harina, tan alquímica como sensorial. Una poética de lenguaje medular, depurado, donde además de la palabra, cobran relevancia los espacios en blanco y el ritmo interno de cada poema, que tiene su propia respiración. En todo el libro se da una textualidad telúrica, donde se personifican las fuerzas elementales. Así, un viento humanizado en la promesa de los días va cobrando protagonismo a medida que avanza el poemario. Entre las connotaciones que tiene el viento para la autora, está la inocencia, el sosiego y cierto carpe diem como reflejan los siguientes versos: acostumbrarse al viento cotidiano/ reprocharle distancias al futuro.

Según Juan Eduardo Cirlot, “la luz, el vuelo, la ligereza, así como también el perfume y el olor, son elementos en consonancia con el simbolismo general del aire.” Dichos elementos están muy presentes en el libro y la poeta, a través de una técnica impecable donde no faltan los juegos de palabras y las sinestesias, nos transmite esa sensación de levedad, de levitación desde los aposentos de aire.

                                                                                                      © Verónica Aranda

                                                                                 (Fragmento del prólogo del libro)

Os dejo un par de poemas del libro, que presentamos el jueves, a las 19.30h en la sala El Trovador junto con el poemario de Aitor Francos, Los vínculos del extraño. Ambos acaban de salir en la colección El Levitador de la editorial Polibea.


Me someto al capricho del viento y procuro no confundirme con las semillas, diminuto insecto volador, dios enamorado de abdomen y alas de encaje, igual que este palpitar de seda por el tacto, acaricio el vértice externo de la hierba.

 La solución a tanta miseria es rendirse al dictado de los sueños.

Sabe el viento que es noviembre y pinta de amarillo el álamo de la esquina. Yo naufrago letras en el paladar y el sol bruno mancha de alabastro el cáliz de mis huellas dactilares para contar los días de la espera. Hay un pulso que dicta a razón del mar y otro tímido y hambriento que busca tu olor a cada hora.

Si gira este planeta sin descanso me uno a la constancia.






   © Ana Martín Puigpelat

                                                           (Editorial Polibea, 2013)














martes, 3 de diciembre de 2013

Gran Hotel París (Oporto)



                                                                                Fotos: Alicia Andrés


         
Manuel de Freitas
       
  III  (Grande Hotel de Paris)

para a  Inês Dias

A morte, claro. Existem porém

dias grandes, irredutíveis a versos,

em que a indecisão da luz

nos açoita de felicidade.

 

São dias raros, futuras

imagens do nada, o suficiente

para que a palavra amor substitua

o primeiro cigarro da manhã.

 

Chegámos tarde. O quarto 203

trazia-me de novo o teu corpo.

E até a música dos sinos

vinha deitar-se connosco.

 

© Manuel de Freitas

 Telhados de Vidro n.º 3 [Último poema do tríptico Passeio Alegre]. Lisboa, Averno, 2004, p. 44.

 

 
            III (Gran Hotel de París)

                                           para Inês Dias

                       
La muerte, claro. Existen sin embargo

días grandes, irreducibles a versos,

en los que la indecisión de la luz

nos azota de felicidad.

 

Son días raros, futuras

imágenes de la nada, lo suficiente

para que la palabra amor substituya

al primer cigarro de la mañana.

Llegamos tarde. La habitación 203

me traía de nuevo tu cuerpo.

Y hasta la música de las campanas

venía a tenderse con nosotros.

 

© Traducción: Verónica Aranda