CRÓNICA
DEL XXI ENCUENTRO INTERNACIONAL DE MUJERES POETAS DE CERETÉ (COLOMBIA)
Para Cereté, una
pequeña ciudad de la costa Caribe colombiana, a orillas del río Sinú y de
tradiciones ancestrales, el Encuentro de poesía es el acontecimiento cultural del
año y el público acude en masa a los eventos. Durante cuatro días intensivos
tuvieron lugar talleres de poesía, mesas redondas, recitales en plazas,
hospitales, colegios, auditorios y en el cementerio, junto a la tumba del poeta
de Cereté, Raúl Gómez Jattin.
Tuve la oportunidad de
presentar allí mi último libro, Lluvias
continuas, y comprobar el interés que hay por el haiku en Latinoamérica.
Además, visitamos las llamadas “Casas de
la poesía”, viviendas de protección oficial donde nos recibieron con una
hospitalidad entrañable y nos agasajaron con comida casera, banda de música y
bailes tradicionales. El tiempo cobraba otra dimensión mientras leíamos los
poemas sentadas en mecedoras y se daba un acercamiento especial con el público,
que escuchaba absorto, incluidos los niños, adolescentes y ancianos. Hasta
aparecían payadores o “copleros” que improvisaban décimas, propiciando una
atmósfera macondiana.
En Colombia, la poesía
es un fenómeno popular, alejado del elitismo con que se percibe en Europa.
Nunca había visto tanta devoción y entusiasmo por la palabra poética y tanto
respeto hacia los escritores. Desde la escuela primaria, transmiten a los niños
el gusto por la poesía y hay numerosos concursos de declamación, siendo algo
vivo, compartido.
En una región golpeada
por la violencia, el Encuentro de mujeres poetas apuesta por traer versos
pacificadores, visibiliza el trabajo de las mujeres escritoras y fomenta el
conocimiento cultural entre países. Se dio una complicidad y un compañerismo
increíble entre todas las participantes. El proyecto de la fundadora y
directora del Encuentro, Lena Reza, es todo un ejemplo de gestión cultural y de
campaña de fomento a la lectura del que deberíamos aprender. La organización es
impecable, contando con la ayuda de un eficiente equipo de mujeres y ‘ángeles
clandestinos’, pendientes hasta del más mínimo detalle. Un modelo de festival
de poesía que debería exportarse a España y a otros países; os aseguro que
funcionaría.
¡Gracias Lena, Irina,
ángeles clandestinos y compañeras poetas con las que compartí esos días tan
intensos y especiales!
Iré colgando en el
blog, textos de las poetas participantes. Había una calidad altísima en el
Encuentro y pude profundizar más en poesía hispanoamericana actual. Os dejo un
poema de la autora homenajeada, María Mercedes Carranza (Bogotá, 1945-2003),
una de las grandes voces de la poesía colombiana, que contribuyó a la
modernización de la poesía de su país.
POEMA DE LOS HADOS
Soy hija de Benito Mussolini
y de alguna actriz de los años 40
que cantaba la “Giovinezza”.
Hiroshima encendió el cielo
el día de mi nacimiento y a mi cuna
llegaron, Hados implacables,
un hombre con muchas páginas acariciadas
donde yacían versos de amor y de muerte;
la voz furiosa de Pablo Neruda;
bajo su corona de ceniza, Wilde
bello y maldito,
habló del esplendor de la Vida
y de la seducción fatal de la Derrota;
alguien grito “muera la inteligencia”,
pero en ese mismo instante Albert Camus
decía palabras
que eran de acero y de luz;
la Pasión ardía en la frente de Mishima;
una desconocida sombra o máscara,
puso en mi corazón el Paraíso Perdido
y un verso;
“par delicatesse j’ai perdu ma vie”.
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llama de Porfirio;
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
con los cañones de “Casablanca”
y las palabras de su canción melancólica:
“El tiempo pasa,
un beso no es más que un beso...”
Así me fue entregado el mundo.
Esas cosas de horror, música y alma
han cifrado mis días y mis sueños.
y de alguna actriz de los años 40
que cantaba la “Giovinezza”.
Hiroshima encendió el cielo
el día de mi nacimiento y a mi cuna
llegaron, Hados implacables,
un hombre con muchas páginas acariciadas
donde yacían versos de amor y de muerte;
la voz furiosa de Pablo Neruda;
bajo su corona de ceniza, Wilde
bello y maldito,
habló del esplendor de la Vida
y de la seducción fatal de la Derrota;
alguien grito “muera la inteligencia”,
pero en ese mismo instante Albert Camus
decía palabras
que eran de acero y de luz;
la Pasión ardía en la frente de Mishima;
una desconocida sombra o máscara,
puso en mi corazón el Paraíso Perdido
y un verso;
“par delicatesse j’ai perdu ma vie”.
Caía la lluvia triste de Vallejo
se apagaba en el viento la llama de Porfirio;
en el aire el furor de las balas
que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaban
con los cañones de “Casablanca”
y las palabras de su canción melancólica:
“El tiempo pasa,
un beso no es más que un beso...”
Así me fue entregado el mundo.
Esas cosas de horror, música y alma
han cifrado mis días y mis sueños.
© María Mercedes Carranza