Bebe vino y contempla la luna
evocando las muertas civilizaciones
que alumbró en su apogeo.
OMAR KHAYYÂM
CHIRAZ
Las muchachas se sientan en la tumba de Hafez,
abren con fe el Diwan y, entrada ya la noche,
recitan sus poemas al relente
de los cipreses y los azulejos
con intensos turquesa. Te confieso
que me conformaría con dejar
un par de estrofas sabias que tuvieran
un tono de sentencia,
con amarte
como lo harían los poetas místicos,
ofreciéndote cofres llenos de ámbar
y tinajas con vino de Chiraz.
Pero no soy capaz de traducir
manuscritos en persa. Bebo agua azucarada
con un néctar de rosas, converso con libreros
acerca de Khayyâm o los derviches,
y en el antiguo zoco una gitana
me echa las cartas en un velador
en donde se reflejan los gavieros
y me habla de la fama, de los barcos,
de un amor absoluto. Borbotea
el té rojo en un samovar de cobre,
compro dos amuletos y me invade
el miedo irracional a los regresos
y a los salteadores de caminos.
Verónica Aranda
(Postal de olvido)