Os dejo mi prólogo a la antología:
ROMPER
EL CANON
Queda la palabra yo, es
el verso de uno de los poemas más representativos de María Mercedes Carranza,
“Sobran las palabras”. Su poética, donde están muy presentes lo lúdico y lo
irónico, fue una de las que inauguró la poesía contemporánea en Colombia, país
que se caracterizaba por una poesía solemne y metafísica, arraigada en los
cánones del clasicismo y que, en las últimas décadas, ha ido dejando ese
“culto, nunca exagerado pero sí exclusivo de la literatura europea” del que
habla el escritor colombiano William Ospina.[1] La poesía de María
Mercedes nos ayuda asimismo a comprender la posición de la mujer en el siglo XX
y los rápidos cambios acaecidos a partir de los años 50, en cuanto a su
integración laboral y una participación mayor en el ámbito universitario,
reflejados a través de una poesía renovadora.
El objetivo de esta
antología es trazar una pequeña panorámica de poetas colombianas nacidas a
partir de los años cincuenta, que culmina en la generación más joven, las
nacidas a finales de los años ochenta, muchas de ellas inexplicablemente
inéditas en España, por lo que vimos muy necesario reunirlas en este libro. Se
trata de 17 voces, procedentes de distintas regiones de Colombia, que intentan
romper cánones o sobrepasarlos, puesto que nunca fueron aceptadas dentro de un
canon masculino, como anota la poeta y antóloga Guiomar Cuesta[2], y que representan, por
tanto, la posmodernidad. Hay algunos rasgos en común que unen a estas poetas.
Estilísticamente, encontramos un predominio absoluto del verso libre, tan
característico de la poesía latinoamericana contemporánea. Además, abunda la
función anafórica y una especial atención a la plasticidad.
Temáticamente, la
experimentación va desde lo urbano a la indagación en otras formas de expresar
el erotismo, pasando por la naturaleza, con toda su fuerza telúrica o la casa,
subtema constante en toda la poesía escrita por mujeres. En muchas autoras es
esencial la reflexión sobre el lenguaje y el propio ejercicio de escribir,
donde la imagen es reveladora de esencias, transciende el tiempo lineal para
buscar ese desvelamiento. Tampoco falta el compromiso social en contra de la
barbarie, un compromiso que se inserta dentro del contexto social y político de
un país que lleva más de cincuenta años de conflicto armado, con las
repercusiones que eso tiene en la sociedad civil, donde las víctimas y los
desplazados se cuentan a millares. A la hora de abordar este tema, seguro que
muchas de estas autoras tienen en mente el mítico poema de Emilia Ayarza, “A
Cali ha llegado la muerte”[3], toda una alegoría del
dolor del país.
Por
último, esta antología es un pequeño homenaje al Encuentro Internacional de
mujeres poetas de Cereté, a Lena Reza, a su resistencia y esfuerzo cada año en
dar visibilidad a la poesía escrita por mujeres. Ese maravilloso rincón
del Caribe colombiano a orillas del Sinú, patria chica de Raúl Gómez Jattin,
marca profundamente a todas las poetas que pasamos por allí. Nos dio amplitud
de horizontes y otra visión de la poesía, que, en parte, recoge este libro.
Verónica
Aranda
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