Campos de trigo y amapolas, Vincent Van Gogh
Hay poemas que solo podrían leerse en verano, bajo sus vientos cálidos, cuando la luz de la tarde da en el heno, en ese tiempo propenso a lecturas y paraísos de infancia en los que la palabra cobra la dimensión de las espigas. Aquí os dejo un poema que es el ESTÍO, de Maria do Rosário Pedreira, una de las voces más
interesantes de la poesía portuguesa actual.
Do verão
Do verão, diria uma planície lenta, quase amarela: o trigo
a enrolar-se nos pés, o oiro do sol, os cabelos
mais loiros. Um vento quente e ondulante sibilando
nas frestas de um celeiro. O fumo sonolento do calor
tornando informe o fio do horizonte. Do verão
diria também um tempo espesso onde todos
os acasos são sofríveis: duas papoilas, vermelho-sangue,
agitam a paisagem. Tu chegas e a minha pele chama-te
sete nomes em surdina. É a luz da tarde que faz o fulgor
dos fenos e aquece a roupa que abandonou o corpo
sem perguntas. As mãos podem então dar-se
todos os recados. E amanhã ninguém sabe. Fica
apenas um punhado de espigas quebradas sobre a planície
lenta; amarela, digo: as papoilas, entretanto, voaram.
© Maria do Rosário Pedreira,
Poesia reunida, Quetzal, Lisboa, 2012
Del verano
Del verano, diría una planicie lenta, casi amarilla: el trigo
enredándose en los pies, el oro del sol, los cabellos
más rubios. Un viento caliente y ondulante silbando
en las grietas de un granero. El humo somnoliento del calor
volviendo informe la línea del horizonte. Del verano
diría también un tiempo espeso donde todos
los azares son aceptables: dos amapolas, rojo sangre,
agitan el paisaje. Tú llegas y mi piel te llama
siete nombres en sordina. Es la luz de la tarde la que da fulgor
al heno y calienta la ropa que abandonó el cuerpo
sin preguntas. Entonces las manos pueden darse
todos los recados. Y mañana nadie sabe. Queda
apenas un puñado de espigas rotas sobre la planicie
lenta; digo, amarilla: las amapolas, entretanto, volaron.
© Traducción: Verónica Aranda
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