VERÓNICA ARANDA “CONCIENCIA DE FUGACIDAD”
CAFÉ HAFA OBTUVO EL XXVI PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA “ANTONIO OLIVER BELMÁS” (TRES FRONTERAS EDICIONES/REGIÓN DE MURCIA/AYUNTAMIENTO DE CARTAGENA, 2012)
El universo a veces es un gran diccionario. Sus paisajes, sus fuentes, sus mares y montañas son hollados sin pausa por mujeres y hombres. Son poetas inquietos que descubren afectos, horizontes inmensos, deseadas caricias, rincones exquisitos, amaneceres claros. Y de eso van escribiendo, sin prisa y sin pausa, quienes ven en el verso ese medio perfecto para hablar de sus viajes.
En 40 delicados poemas Verónica Aranda nos lleva por el embrujo lírico de varias ciudades de Marruecos, ese norte de África apacible y hermoso, donde el mundo parece detenerse ante cada mirada. Cuatro partes (“Cafés de Tánger”, “Medina”, “Cinema Rif”, “Al lil”) tienen el mismo soplo poético, como si la autora nos quisiera llevar de la mano por cafés, esquinas y semblantes para, en un apasionado viaje, darnos a conocer un universo diferente y etéreo. Varias citas anteceden su trabajo y ya en “Taif”, primer poema, leemos:”Elijo la quietud,/aquella metafísica que gira/en torno a las teteras,/donde hay un tiempo líquido, humeante/que transcurre entre juegos de tahúr”. Nos vamos situando en un entorno quieto pero absorbente, no sólo son los cafés quienes esperan nuestra visita, son los paisajes mudos, la geografía humilde, el tiempo deteniéndose a nuestro paso. Leamos: “Ciudad y no ciudad,/universo de tránsito/en donde los viajeros traducían el mundo,/su porción de licor y nomadismo”. Son trocitos de Tánger, de ese Café Hafa al que Verónica dedica una preciosa elegía: “No quiero ver las barbas del fanático/que huye por las cornisas,/ni la ambulancia que no llega”. Pues sí, era cierto. La existencia forma parte de los rincones limpios, de la ansiedad de los seres humanos. Así es posible vivir entre el humo de los cafés y otras historias. Muy recomendable el poema titulado “Continental”: “Disfrazo de palabras/ esta conciencia de fugacidad/igual que un desayuno a mediodía/donde comienza África,/donde rozar las yemas de tus dedos/es recordar ciudades visitadas./En estas latitudes nos esperan/los taxis colectivos,/las citas frente a viejos hospitales./Y poco quedará de esta ciudad:/nombrar en un idioma que no es nuestro,/un sábado de sol,/las manos enlazadas por angostas callejas”.
Es apasionante la labor del poeta que recorre los edenes o las hondonadas y que viste a ambos con la misma belleza. Es la belleza de la palabra, el gusto por moldear los abiertos espacios de todas las primaveras. En este caso si son las ciudades, de Tánger a Tetuán o de Xauen y Rabat a Marrakech, las primeras protagonistas del viaje ilusionado también, ciertamente, van quedando algunas briznas de amor cerca de las fachadas: “Llegarás en el tren de Casablanca;/no tendremos ya nada que decirnos” o “He aprendido a nombrarte bajo los apagones,/cuando sabemos que la noche es llaga,/patio interior, furtivos alelíes”. Los cinco poemas de “Cinema Rif” nos dejan un poso de blancura y de nítido lirismo. “Sobrevivimos en ciudades líquidas./Meterse cualquier tarde en el Cinema Rif/era lo más cercano a trascender”
En contraportada Jorge Fernández Gonzalo escribe: “La autora recorrre las bulliciosas medinas marroquíes, los cafés donde el tiempo cobra otra dimensión, las noches árabes que huelen a almizcle. La emoción encuentra su expresión certera, la nostalgia se materializa en ritmo, en una poesía de viajes que nos trae los vientos de Tánger, el aroma de lilas y de bergamotas, endecasílabos con el sabor especiado de los zocos”.
Que Verónica Aranda y los demás poetas sigan viajando y dándonos sus expresiones de ese edén, profundo, que es el universo y esa leyenda de bellezas que es la vida.
Manuel Quiroga Clérigo (San Vicente de la Barquera, 7 de febrero de 2013).
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