lunes, 22 de noviembre de 2010

Paulo José Miranda

                                 Foto: Isabel San Martín
                      

    Paulo José Miranda (Paio Pires, Portugal, 1965) es poeta, narrador y dramaturgo. Una de las voces más interesantes de la poesía literatura lusa contemporánea. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Lisboa. Ha recibido galardones tan prestigiosos como el Premio Teixeira de Pascoaes de poesía o el Premio José Saramago de novela. Ha residido en Portugal, Macao, Estambul y actualmente vive en Brasil. Es miembro del Pen Club y colabora en diversas revistas y periódicos internacionales.

SAUDADES DE CASA

Nas férias brinca-se ao que se poderia ter sido
se não se fosse aquilo que se é.
Há uma simpatia exagerada pelo que se vê:
uma mesquita, um pastor conduzido
pelo seu rebanho, os miúdos
que limpam os vidros do carro por uma moeda,
a solidão à beira da estrada

partilhada pelos legumes, as frutas e a vendedeira.
Ninguém paga o preço do que bebe,

do que come, paga-se o esquecimento
daquele que deveria ter ficado em de onde viemos
e teima, por vezes, em estar aqui connosco.
Há raparigas que escutam atentamente
as histórias mesmo que não oiçam,

e são ainda mais belas do que as suas gargalhadas.
Ao luar vêm-se como sonhávamos

à saída da longínqua infância.
Um postal escrito apressadamente
frente à ilha de Lesbos
tem tanto sentido para que o irá ler
quanto a vida em todos os dias do ano.
Mas escrevêr-lo é importante
para reforçar a distância para connosco mesmos.
É provável que alguém pense na sua própria mulher

de férias em outra parte do mundo,
e na possibilidade de estar a sentir o mesmo,
mas não sente medo.
Ninguém é que é, e quando
regressarem dirão só o pouco
que a educação permite.
Amar-se ão como se houvesse

alguna verdade nisso, para além
do acaso de viverem juntos e ser

muito tarde para deixarem de o fazer.
Nesse dia ouvir-se-á em uníssono
<<já tinha saudades de casa>>.
Lisboa morre pouco a pouco sob os lençóis
e no outro dia é já trabalho.


SAUDADES DE CASA

                        En las vacaciones se bromea con lo que podríamos haber sido

                        si no fuésemos aquello que somos.

                        Hay una simpatía exagerada por lo que se ve:

                        una mezquita, un pastor conducido

por su rebaño, los niños

que limpian los parabrisas del coche por una moneda,

la soledad en plena calle


compartida con las verduras, las frutas y la vendedora.

Nadie paga el precio de lo que bebe,


de lo que come, se paga el olvido

de aquél que debería haber permanecido en el lugar de donde venimos

y se empeña, a veces, en estar aquí con nosotros.

Hay muchachas que escuchan atentamente

las historias aunque no oigan,


y son aún más bellas que sus carcajadas.

A la luz de la luna se ven como las soñábamos


a la salida de la infancia lejana.

Una postal escrita apresuradamente

frente a la isla de Lesbos

tiene tanto sentido para quien la va a leer

como la vida en todos los días del año.

Pero escribirla es importante

para reforzar la distancia con nosotros mismos.

Es probable que alguien piense en su propia mujer


de vacaciones en otra parte del mundo,

y en la posibilidad de estar sintiendo lo mismo,

pero no siente miedo.

Nadie es quien es, y cuando

regresen dirán sólo lo poco

que la educación permite.

Se amarán como si hubiera


alguna verdad en ello, más allá

del azar de vivir juntos y ser


muy tarde para que dejen de hacerlo.

Ese día se oirá al unísono

<<ya tenía nostalgia de casa>>.

Lisboa muere poco a poco bajo las sábanas

y el día siguiente ya es laborable.

                                       
                                                        Traducción: Verónica Aranda






1 comentario: