viernes, 27 de febrero de 2015

Tres poemas de Zurelys López Amaya (Cuba)

                                Con Zurelys en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, La Habana
                                 (Feria del Libro, 2015)

Vuelvo feliz de La Habana y con la maleta llena de libros, revistas y otros tesoros.  Iré colgando poemas y haikus de poetas cubanos que he ido descubriendo durante la Feria del libro y el Encuentro de jóvenes escritores iberoamericanos. Ha sido una gran experiencia participar y sumergirme en la vida cultural cubana.
Empiezo con Zurelys López Amaya, una de las voces más genuinas de la literatura cubana actual; mi hermana en la poesía. Este año publicaremos a cuatro manos un poemario en Colombia, con ediciones Corazón de mango. Estos textos son bastante representativos de su poética, que sigue una línea filosófica, existencial con interesantes reminiscencias pessoanas y orientales:

¡Gracias por estos días!


ZURELYS LÓPEZ AMAYA (La Habana, 1967)

El viaje es apenas un movimiento

Voy hacia el tren que disipa mi círculo. El círculo es marcado por el hábito de no salir hacia el exterior, hacia luces diferentes que mueven el cuerpo. Es difícil conformarse, guardar el deseo, el tiempo que llevamos en la orilla donde el ave deja sus huevos y emigra en retorno incesante. Casi nunca salgo de la Habana. Me sumerjo entre caracoles dispersos que respiran la sal de cada día, como pez que mira temeroso el símbolo distante. Aparto el frágil discurso. Extraño la isla con sus muros y ciénagas. Ellos soportan la huella del caminante y del animal. No sueño despierta sobre la isla. Salgo hacia la ventana y miro la Plaza de siempre con su brillo empinado. Miro el infinito de los hombres. Recorro sus costas con la ternura del que llora y cree en el mañana. Pienso en el color de mi sangre, inmersa y repetida por los años, revolviéndose en mi cuello hasta sentir que no se zafa uno de la isla, que no abandonamos la bandera por los sueños de conocer el mundo. La isla es el sueño marcado del que añora.

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Navegación
el sueño es ver las cosas invisibles...
                              Fernando Pessoa


Los puertos son las huellas del caminante que sostiene su esfera. Nada puede cambiar los ojos hacia el puerto. Él mira hacia los barcos con banderas diferentes. Mira el puerto con la tristeza de un caminante. Un niño lo observa detenido en el aire. El hombre mira hacia el vacío. El niño mira a los barcos con banderas diferentes. 

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El cazador

Mi sueño es un sueño tímido.
Hay un arco con flecha escondiéndose del árbol,
del venado libre que mueve su esqueleto para no morir.

Venado y yo salimos a conocer el bosque
transitado por arqueros mediocres que desean su carne.

El rey y su riqueza juntan balas para matar elefantes.
Yo no diría rey herido y solo,
inmerso en su juego de matar.
Diría animal sin principios,
hombre- animal que juega a la muerte sin prisa.

Mi sueño es un sueño tímido,
cansado de mirar reyes que matan elefantes.
Prefiero descubrir un ave encerrada en el castillo del rey
que un elefante muerto por el hombre.
La vida sigue su curso,
los reyes disfrutan la muerte de alguien que lanza agua con su trompa
para alegrar a sus crías.
No diría rey herido y solo,
inmerso en su juego de matar.
Diría animal sin principios,
diría palacio de reyes con alfombras y cabezas de toro,
diría dinero malgastado que no cubre el hambre del hambriento.
No gastaría el dinero en matar elefantes para satisfacer un hambre.
Una cosa es dibujar a una boa comiéndose a un elefante
y trasmitir el mensaje de la supervivencia
y otra convertirla en tierra y ceniza.
Exúperi y su príncipe tuvieron un amigo en común.

(Poema publicado en el nº 8 de la Revista Aúrea, diciembre de 2014)

                                                           © Zurelys López Amaya



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