miércoles, 30 de noviembre de 2016

Un haiku de otoño



                         Baja la niebla.
               Sólo el abedular
               y tu silencio.

                                   © Verónica Aranda

sábado, 26 de noviembre de 2016

Reseña de "Épica de raíles" por José Luis Morante


MAPAS

Épica de raíles
Verónica Aranda
Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández
Comunidad Valenciana 2016
Devenir, Poesía, Madrid

  
                                     

   El transcurso literario de Verónica Aranda (Madrid, 1982) mantiene como clave creadora del sujeto poético la función de observador, el empeño de adentrarse  en una percepción profunda que acumula aperturas, derivaciones y descubrimientos. Así ha ido hilvanando títulos sin divergencias, entre los que sobresalen Poeta en IndiaTatuajeAlfamaCafé Hafa Lluvias continuas. Ciento un haikus, entregas reconocidas con importantes certámenes nacionales.
  En Épica de raíles la razón poética se apropia de un dictum de Álvaro Cunqueiro, integrado en  Las mocedades de Ulises: “Permitámosle al héroe Ulises que comience a vagar no más nacer, y a regresar no más partir. Démosle fecundos días, poblados de naves, palabras, fuego y sed. Y que él nos devuelva Ítaca, y con ella el rostro de la eterna nostalgia. Todo regreso de un hombre a Ítaca es otra creación del mundo”
  Nítida y comunicativa, la lírica de Verónica Aranda comparte los itinerarios emotivos del yo biográfico y hace del intimismo refugio y entorno abierto, como si la realidad fuese un espacio sin lindes que hay que recorrer también entre vislumbres. Así va creciendo una sensación de cercanía; en ella se manifiesta un preludio que conduce el deseo hasta la plenitud. Inasequible y fuerte, ese impulso afectivo envuelve la existencia en una cálida comunión amorosa. El discurrir adquiere en ella un sentido transcendente, “una intensa ebriedad de madrugada” en la que el tiempo se torna casi irreal y suspendido. Espacio y tiempo conforman una selva azarosa y profunda, una herida densa y frondosa, como un gran sueño sostenido en el aire.
  Muchos poemas de Épica de raíles postulan una identidad femenina, una sensibilidad que interroga sentidos y busca en la brújula del discurrir las direcciones que traspasan el umbral calmo de lo sedentario y hacen de la retina un mapa desplegado en el que van sumando topónimos concretos: Goa, Panjim, Tumkur, Calcuta, estaciones de paso que conceden a quien mira un estado de ánimo, un argumento lírico que duerme después en la memoria. El retorno al yo elige como mirador de tantas fugaces estaciones el rumor en tránsito del tren; desde su humilde asiento se empeña en anotar su épica de raíles, ese estar trashumante que convierte al espacio en marco accional en el que se desarrolla una representación, donde cobran relieve mínimos actores entrevistos en la incertidumbre.
  En el discurso poético de Verónica Aranda el viaje es una liberación. En él se filtran las cercanas presencias de otros ámbitos que atrapan el silencio de un yo que sale de si mismo para sondear lo cercano, para apropiarse de su cromatismo y de la luz difusa que  marca sus contornos. Los poemas rezuman una evocación emotiva, la certeza de que el regreso hizo suyas otras miradas, una perspectiva donde persiste la sosegada concordia de cada estación, ese vislumbre de claridad en un mapa de niebla.

                            © José Luis Morante

(Publicado en el Blog Puentes de papel, 25/11/16) 

lunes, 14 de noviembre de 2016

Dos haigas





Piñas caídas
donde empieza el camino.
     Viento en los chopos.



                                        © Verónica Aranda
                                        De Lluvias continuas. Ciento un haikus, Polibea, Madrid, 2016

                                        © Ilustraciones: Manes Sánchez

Presentación en Madrid de Épica de raíles


Acaba de salir de imprenta mi nuevo poemario, Épica de ráiles. La presentación en Madrid será:
 el martes, 22 de noviembre, a las 19.30h, en la Librería La Sombra. Calle San Pedro, 20
 (Barrio de las letras). Os esperamos



                             II

 La herida-ardor, muy próxima a la soga.
La herida que se encorva en los viajes a pie.
La herida-molinillo de colores.

Selva adentro la herida es innombrable
como el sol fronterizo
o los dedos que miden
los ángulos de un cuerpo.
Una enagua es preludio de absolutos,

vocablos inconexos que rechazan la luz.

© Verónica Aranda
De Épica de raíles, Devenir, Madrid, 2016

lunes, 7 de noviembre de 2016

La vela y el náufrago, de Zurelys López Amaya


     

       Prólogo:    LA ISLA COTIDIANA



Lanzar la piedra para tocar el infinito o “sumergirse entre caracoles dispersos que respiran la sal de cada día”. El territorio de este poemario es una isla que es paisaje cotidiano y presencia exilios, tránsito, soledad. Puede tornarse asfixiante con sus muros y sus ciénagas. Hay un poso de nostalgia y de síndrome de Estocolmo en esa isla adormecida de la que uno no se puede zafar y siente, al mismo tiempo, deseos de romper la quietud. A pesar de todo, “una isla es la perfecta manera de existir”, su morfología invita a la reflexión, otorga lucidez.


La poesía de Zurelys López Amaya (La Habana, 1967) apela a la colectividad, a un nosotros donde se adhiere de forma sutil el compromiso ante la precariedad y las insuficiencias del día a día. Es un grito hacia adentro. La Habana, el espacio central de los poemas de Zurelys, el núcleo de su isla, es una ciudad “dañada”, en contraste con la mirada de los turistas, donde hay dos monedas distintas y de donde alguna vez salen balseros que se juegan la vida en busca un futuro mejor. El individuo se siente muchas veces incómodo ante la dialéctica de un sistema que determina su destino y sus aspiraciones. El miedo está latente: “Somos salamandras que huyen”. Por los barrios obreros deambulan “transeúntes suicidas” personajes anónimos con los que se alía el yo lírico: el vendedor de mangos, el portero que sueña con aprender el idioma de los perros, los pescadores del Malecón.


La autora cubana nos presenta una poética comprometida con la naturaleza, que se rebela contra los reyes que matan elefantes y se sorprende ante los pequeños milagros y esencias del día a día como esos tallos revividos en la ventana del pintor. Sigue una línea metafísica, influida por el estilo analógico de Fernando Pessoa, que busca las cosas invisibles e intenta encontrar las respuestas y el crecimiento personal en clave simbolista. Asimismo, encontramos subtemas que son una constante en la poesía hispanoamericana escrita por mujeres como la madre o la casa y un estilo narrativo característico de la poesía del Caribe, donde predomina la prosa poética.


La filosofía oriental impregna gran parte del poemario, especialmente el taoísmo, que se presenta como un camino posible de búsqueda, salvación y de “conquistarse uno
mismo”. Siguiendo el concepto de unidad absoluta y al mismo tiempo mutable, el yo poético se siente colaborador de la naturaleza y es parte del círculo que fluye a su alrededor. Muchos versos exhalan sabiduría y, entresacados de los poemas, podrían funcionar perfectamente como aforismos aislados. Pongo dos ejemplos:


El poder de los hombres sobre las cosas pequeñas los convierte en cosas pequeñas.


La ira es como caer y devolver la piedra que te lanzan.


Los versos de Zurelys, condensados e intensos, tienen una enorme capacidad de sugerencia. En palabras del gran poeta y crítico cubano, Roberto Manzano, “entran en la médula misma (de alto carácter emocional) del dolor depositado en el día a día”.




                                                            © Verónica Aranda


(La autora interviene esta tarde en un Coloquio sobre poesía cubana, a las 19.30h en Enclave de Libros



Y el martes, 8 de noviembre, a las 17h, dará una lectura en Salamanca, en el Aula Magna de la Facultad de Filología.


El libro ya está disponible en las siguientes  librerías:

Centro de Arte Moderno. C/ Galileo, 52. Madrid

Enclave de libros. C/ Relatores, 16. Madrid

El Aleph. C/ Ferraz, 22. Madrid

República de las letras. Plaza Chirinos, 6. Córdoba.

O enviando un correo a: maqueta@polibea.com

Precio: 10 euros.



viernes, 4 de noviembre de 2016

Recitales noviembre 2016



4 de noviembre, 19h Madrid: Presentación de la Antología Odisea. Café Libertad 8


  Orihuela, 5 noviembre, 20.30h, Entrega del Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández,


7 de noviembre, 19.30h, Enclave de Libros: Coloquio sobre poesía cubana actual escrita por mujeres
                 


    

jueves, 3 de noviembre de 2016

ENCUENTROS CON LA POESÍA PORTUGUESA, 3 NOV



ENCUENTROS CON LA POESÍA PORTUGUESA en Madrid
(Encuentro entre Ana Luísa Amaral y Marifé Santiago)
BIBLIOTECA NACIONAL. Salón de actos. entrada libre
Jueves, 3 de noviembre, 19.00h

Ana Luísa Amaral (Lisboa, 1956) es poeta, traductora y profesora de la Universidad de Oporto. Forma parte de la dirección del Instituto de Literatura Comparada Margarida Losa. Ha publicado una decena larga de libros de poemas, así como libros infantiles, teatro y narrativa varios países, como España, Francia, Brasil, Italia, Suecia, Holanda, Venezuela, Colombia y pronto en México, Alemania y Argentina. Ha recibido algunos de los premios más prestigiosos de su país. 

Marifé Santiago (Madrid, 1962) es poeta, ensayista, traductora y filósofa. Con una larga obra publicada, principalmente poesía y ensayo. Es especialista en la obra de María Zambrano. Actualmente es Concejal de cultura en el Ayuntamiento de Segovia.

Modera: Verónica Aranda

             
Un poema de Ana Luísa Amaral

            DEBE SER ÁRABE, SÍ

            El corazón debe haber paseado
            por aquí, en este mismo espacio
            o en otro tiempo igualmente
azul: las arcos de sol
y piedra blanca y una fuente
final

Contra un fondo de encaje
todo blanco, la chimenea
sin humo. Mas luz por el mar
de naranjos
y un perfume de flor
de bandolín

            (Y la conclusión: que sí,
            debe ser eso
            que el título entrelaza
            con el fin)


                        © Traducción: Jesús Loza

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Reseña de "Claros" de Ramos Rosa, por José Luis Gómez Toré

ANTÓNIO RAMOS ROSA, CLAROS



Trad. Verónica Aranda
Polibea, Madrid, 2016. 10 €


José Luis Gómez Toré 

Aun a riesgo de caer en un tópico, hay que constatar que la presencia en nuestro panorama editorial de la lírica portuguesa no siempre se corresponde con la riqueza de una tradición, que, por solo citar a algunos autores contemporáneos, incluye a figuras tan relevantes como Fernando PessoaEugenio de AndradeSophia de Mello BreynerNuno Júdice o Herberto Hélder. Por ello, siempre es de agradecer un libro como este que, en una muy hermosa edición de Polibea, nos acerca a la voz de António Ramos Rosa en las cuidadas versiones de la poeta Verónica Aranda, quien también firma el prólogo.
Una primera aproximación a este conjunto de poemas en prosa puede hacer pensar en un libro eminentemente metapoético. Y es así, en gran medida. Incluso llama la atención la voluntad ensimismada, la necesidad de crear un espacio cerrado como si el mundo exterior fuera una amenaza o una distracción: «No escribo para abrir un espacio, escribo tal vez para encerrarme en un gran huevo de sombra con árboles inmensos y lámparas de piedra». Como nuestro barroco Soto de Rojas, el poeta luso parece querer trazar, a través del espacio textual, un paraíso cerrado para muchos y jardines abiertos para pocos. Sin embargo, a poco que nos adentremos en la trama de estos poemas, nos encontramos con que ese ensimismamiento es afín al del acto erótico y a su cerrada intimidad: repliegue que, sin embargo, se abre a una realidad más allá del yo (y del tú). Así, en no pocos textos eros y poesía parecen confundirse en un mismo afán por existir plenamente y a la vez borrarse en el otro, en lo otro (lo otro del cuerpo, lo otro del lenguaje).
Podíamos decir que en este libro, parafraseando una famosa obra de Bachelard, hay toda una poética del espacio. «Todo deseo es deseo de espacio», leemos en el poema “Cuerpo nocturno”. Y ya antes, en otro texto, se afirma: «En verdad, lo que busco es un espacio para respirar». Escribir es así un esfuerzo por recuperar el aliento perdido, una indagación para abrir (y cerrar) esos claros, que al lector español no pueden sino evocarle uno de los más hermosos libros de María ZambranoClaros del bosque, no solo por su título sino porque, como en la filósofa española, la escritura, en el momento en que semeja pura evasión, es justo entonces cuando más pie hace en lo real. Por más que en el libro se deja sentir la herencia mallarmeana del libro como mundo, como realidad autónoma, ese gesto de cierre parece solo el preámbulo de una apertura, de un habitar el mundo para alumbrar un sentido sagrado puramente inmanente, ajeno a toda trascendencia: «Lo que antaño eran dioses se extiende en el esplendor de las cosas y los seres».
Si, como decíamos al principio, estamos ante un libro en buena medida metapoético, hay que entender esa mirada autorreflexiva no desde la suficiencia de Narciso, sino en la búsqueda inagotable de una palabra esquiva, como esquivo es el mundo. De ahí que el recurso al poema en prosa no sea casual pues, aunque los textos en general son breves, parecería como si el poema pudiera prolongarse indefinidamente, en el sentido etimológico de “prosa” como huida hacia adelante. El lector que acompaña al poeta en esa búsqueda no queda defraudado. Aunque ello suponga reconocer que el poeta es el que sabe callarse a tiempo ante la enigmática evidencia de lo que es: «La voz silenciosa del espacio es sencilla, soberana».

                                (Publicada en el blog "La tormenta en un vaso". 2/11/16

El poemario se puede encontrar en Madrid en la librería El Aleph (C/ Ferraz,22) o a través de este enlace: