sábado, 29 de octubre de 2016

Tres poemas de Jamila Medina Ríos

           
                          Jamila Medina en Cosmopoética, retratada por Manes Sánchez


                                Contraportada de Anémona, Polibea, Madrid, 2016


De anémona salvadora a anémona venenosa. La escritura de Jamila Medina Ríos se orienta a focalizar la cualidad estética a través de un tamiz —si cupiera el término— naturalista, por el resorte biológico, la pormenorización científica, la marca acidosa de la anémona que persiste en la piel de sus personajes. La Ofelia contracorriente, salta en contra de su armazón semántica, constatando una tácita declaración de principios, un diálogo encrespado con la concepción poética lezamiana: «la luna les confiere el poder de repetir/ repetirse repetir repetir…/ les advierte/ que no existe/ la fijeza».


                                                                                           Liuvan Herrera Carpio


JAMILA MEDINA RÍOS (Holguín, Cuba, 1981)


ESTRATEGIAS DE BABOSAS

Una de estas noches que se pasan en blanco
sin erratas sin dormir
ven, tigre, a devorar hipopótamos/ gacelas
sobre mi mano adormilada
herida por mil picas por mil hielos.

Ayer en una fiesta
tuve la visión del tempo de las actrices porno
los productores de televisión y las cantantes mundanas
de cabaret

oíamos el último disco del trovador iluminado
y una mujer orinaba
—la saya rosa dejando ver el pubis sin rasurar
estremecido—
en un cuadro contra la pared.

En nuestra única noche
quiero reunir todas las sensaciones probables
pitos de trenes
tremando
perdidos sobre rieles
oros del horizonte disueltos en la arena
de playas privadas vacías
el sabor de las aceitunas negras en vinagre
chocolates con semillas
helados de menta
vinos y yogures de fruta
hongo
de quesos azules holandeses
vello púbico
de una princesa sefardí.

Cuando caiga la noche no me dejes dormir
he preparado un mus
un striptease/ un baile de disfraces
he llenado la alacena
y he secado la leña
puse geranios junto a la ventana
cortinitas suaves
y margarina entre mis nalgas
como en aquellas
tostadas francesas
que te comías en París

hay agua fría en la nevera
y agua caliente en la ducha
si no lo hacemos
por lo menos no dirás
nadie
me atendió en esta casa.

La naturaleza es sabia:
hay serpientes que se pasan por muertas
hay palomas ratas ranas
que despiden un hedor de cadáver
cuando las asfixia el miedo
el pez vampiro se protege virándose al revés
con una capa de espinas de goma
alardes celebración y mímesis.

Gira conmigo hasta que ya no sienta el suelo
fornica conmigo hasta que deje de temer.

Las babosas de mar
convierten el agua en una gelatina viscosa
una baba que se queda entre las manos
mientras escapan mararriba hechas un nudo.

Voy a ponerme bocabajo
tengo miedo del tedio
voy a ponerme bocarriba y de costado
hazme la quinta posición
cuando se ponga la luna
no me dejes dormirme
no me dejes caer
no dejes

no.


ORTIGAS DE MAR/ BARQUITOS PORTUGUESES

Por las mañanas voy a nadar
como un sano ejercicio del espíritu.
El cuerpo sobre la arena
dando vueltas de carnero con las boas de la orilla
que en mal tiempo me incrustan
contra las piedras
los fragmentos de conchas
y las medusas siniestras
que se apoltronan al borde
—guadañas
transparentes medias lunas.

Si a un sitio/ de inmenso ardor/ quieres llegar
abandona tu cuerpo entre las barcas
sostén tu boca entre la espuma
y ancla fuerte tu cabeza a la mortaja
en la colonia de sargazos.

Bajo la malla de las sombrillas gelatina
como una boca/ una vulva
una babosa que por fin te cubre
se te abrirán nuevos placeres.


PARPADEO CON COLA DE PESCADO

Con cola de pescado o colapez
encuadernaban los turcos
sus libros de regalo.

Se trataba de álbumes bizarros
donde mezclaban tsunamis
con antiguas batallas de las que habían vuelto
qué importa si triunfales o vencidos.

Los daban en invierno a sus esposas.
A veces sus amantes/ de las vecinas riberas
deslizaban en el libro una flor púrpura
una marisma/ un marisco de oleada persistente
una maroma de agua que dejara saber.

Cuando la esposa de un turco descubría el engaño
preparaba un gran bol de gelatina
y debía comérselo de pie:
sin parpadear de pie.
Remedio santo —decían las parteras 
cortando el palo encerado/ del cordón
a un lado y otro de las playas
ordeñando/ ordeñando la gelatina de Wharton
para hacer sus brebajes.

Pero siempre hubo partidas misteriosas
fugas de gas
debidamente enmascaradas/ por las mujeres de casa
con agasajos de áspic:
ese manjar frondoso
sierpe enjaulada en gelatina
ese secreto casero/ que cortado en rodajas
cuando cae a la boca/ se traga sin pensar.

             De Anémona, Polibea, Madrid, 2016

Información sobre librerías y pedidos:
http://ellevitador.polibea.com/LEVITADOR_index.html

jueves, 27 de octubre de 2016

Tres poemas de Dina Bellrham, Ecuador



Un pequeño homenaje a  Dina Bellrham (Edelina Adriana Beltrán Ramos, Ecuador; Naranjito, 6 de julio de 1984 – Guayaquil 27 de octubre del 2011), en el 5º aniversario de su muerte. Poeta de imágenes alucinadas, de cosmogonías desgarradas que construyen una “cirujía de lo sórdido” no exenta de sarcamos, debería figurar en todas las antologías de poetas suicidas, que están ahora tan en boga.   
 “Dina Bellrham lleva el estandarte de la angustia indeleble, por eso escapa, increpa al cuerpo, se evade de él, se observa ahora desde el centro de la tierra:Miro mis yoes / desde el suelo”. Nos dice, (antes lo hizo desde la atmósfera de La mujer de helio). Soy el fantasma de ayer. / Anteayer / sembraron / mis cenizas”. Cargar entre los ojos la visión premonitoria de la inefable compañera, no plantearla de manera consciente, sino sentirla respirando entre la espalda a cada paso; y desde ahí, desde esa presencia avasallante, re-construir el verbo en la poesía.”
                                                                              (Siomara España)


Apertura


a

“Más que por la A de amor estoy por la A
de asma, y me ahogo
de tu no aire, ábreme”
Gonzalo Rojas.

La tumba me zumba desde la epiglotis. Cómo duele lanzar un grito en medio de los árboles.
Respirar se me ha vuelto tan desesperante. ¡Ah disnea!, esa capacidad la tuya de dejarme trémula en media vereda, en media cena, en media distancia hacia el apocalíptico murmullo de los bronquios, que gimen su tortura; y pensar que quería usar la bufanda para apresurar el salto de canguro del miocardio.
Están de luto las sextas uñas.
Vocifero una espuma de hematíes y  las palabras me salen cortadas, ahogadas…
La tos es la muerte del amor de cantinas. La tos no escatima súplicas a la afonía verde de los insectos.
Y pensar que siempre quiero marcharme dejando las maletas debajo del catre, y el abrigo puesto en el cuerpo de otra.

La insensible

la insensible
jamás nutrió el bonsái
que habitaba en su ojo
descubrió que abrir las piernas
era más fácil que abrir los brazos
por eso revienta sus grifos
y enciende sus cuernos.

La insensible
mató la cuna y los pezones del hambre
nació columpio
y pronto se deshizo de los niños,
amarla es irrumpir el silencio de las piedras.

La insensible
por insensible dejará huérfana su sombra.
romperá su voz de lluvia
para olvidar la melancolía de los dientes.

la insensible transita en su diástole,
como su padre hecho ovillo
en alguna botella fermentada de espinas.
Importa poco su esqueleto fútil
y la jauría carcomiendo los retratos.

La insensible prefirió arrancar sus oídos
a los relámpagos en su pecho.



 Encenderme

Acostumbrada a reposar en los ceniceros y en las cloacas,
eso de encenderme la luz del velador en media pesadilla es atroz.

Desnuda me anuncio tumba para asustar a los príncipes
y me vuelvo a esconder en las hojas de Alejandra:
                                                          su silencio es perpetuo,
                                                          como el gas de la estufa
                                                          cuando lo dejas hambriento
                                                          queriendo que pase lo atemporal.

Que me traguen los árboles otoñales,
las sillas de ruedas,
el purgatorio,
que me secuestre Cerbero en su uña ponzoñosa.

Que mueran esas alevillas que renacen en las úlceras.
Todo el miedo lo he bebido en una danza de falanges
estacionadas como fiestas de diabéticos crónicos.

Rompen mi ventana
los picos de pájaros relámpagos,
de pájaros sonrisas,
de pájaros murmullos.
                 Incrédula hasta de mí reflejo
                 que me rasguña tiempos de arena y cocteles.

Es difícil acercarse a la humanidad
cuando hueles con impotencia las flores
esas que vienen a regalarte cada mañana
                                             en tu lápida.


Dina Bellrham
De Je suis malade, El quirófano ediciones, Ecuador, 2012

martes, 25 de octubre de 2016

Anémona, Jamila Medina Ríos (Cuba)

AnémonaJamila Medina Ríos. Polibea, Colección "Toda la noche se oyeros". 121 páginas. 2016.

                         
                                FASCINACIÓN CUÁNTICA

Vivir en una isla puede condicionar la manera de ser y de estar en el mundo, más aún siendo mujer, y todavía más cuando hablamos de una mujer rebelde, curiosa y retadora, poco dada a los límites. Cuando el mar es “una cárcel de agua” y el espíritu siente en sí la llamada de lo ignoto y de la aventura, surgen voces potentes, singulares que tratan de expandirse por medio del lenguaje. Es el caso de Jamila, y prueba son sus poemarios Huecos de araña, Primaveras cortadas y sobre todo, Anémona. Este libro supone un esfuerzo titánico por sobrevolar el mundo conocido en busca de otras tierras y por describir las emociones que sugiere el entorno, la isla. Este pulso entre contrarios crea una tensión que se mantiene a lo largo de la obra. Y es que Jamila gusta de explorar las incongruencias y complejidades de la condición humana. Así, viajamos a través de sus páginas a la Mesopotamia de hace 5.000 años, al Egipto de Cleopatra, a la isla Tamir, a los bosques helados de la Taiga o al refinado Londres; viajamos en el espacio y en el tiempo para sorprender a las geishas aplastando pétalos de cártamo con el fin de obtener un maquillaje color rojo aurora boreal, o para acompañar al explorador finlandés Adolf Erik Nordenskiöld en su viaje a Siberia a bordo del Vega. El caso es proyectarse hacia otras vidas, sentir que la propia mantiene semejanzas con las vidas de otros, que la insularidad se encuentra en tierra firme y que el arraigo se puede conseguir en una isla. La memoria y el sexo anclan. El erotismo salva de la monotonía, de los días clonados. No deja de ser paradógico que el acto sexual, pese a su carácter redentor, liberador, se sienta como una invasión hiriente (falos como cuchillas), a menudo insatisfactoria. Pero ya adelantaba que Jamila es inmisercorde con la realidad, que no recurre a máscaras que embellezcan el mundo. Si el mundo es bello es porque resulta contradictorio, imposible de domar.

Otra manera de huir de la repetición, de la circularidad de la isla, es la búsqueda de nuevas formas de expresión. Anémona es un banco de pruebas donde Jamila experimenta con un amplio repertorio de registros, de metros o de figuras literarias. Junto al largo poema en verso libre (de hasta 113 versos) encontramos poemas en prosa; al lado de cultismos (cutícula, espelunca) aparecen frases hechas (dar candela) y préstamos (fitness, windows, twitters); conviven palabras pertenecientes a un registro informal (desembuchar) y tecnicismos propios de la medicina (carcinoma, metástasis).

A esta riqueza léxica se le une el amplio conocimiento que tiene Jamila de los mitos helenos (Ícaro, León de Nemea). Y es que Anémona semeja un batiscafo provisto de periscopio con el que la autora otea, espía, el mundo legendario y el presente. De hecho, abundan en el libro sorprendentes descripciones de ese mundo exterior al sujeto que enuncia. Es en estos pasajes donde la poeta hace gala de un estilo barroco: irrefrenable, abundante, colorido, lleno de imágenes y de metáforas. Desfilan por el libro malecones, gaviotas, grúas postuarias, campos de algas, pejesapos, peces serrucho, tripulaciones de anguilas, mares de vino blanco o islas encalladas.

Jamila se lanza a la escritura para escapar de la reclusión a través de la fantasía. Cuba se le queda pequeña. Su ansia de desbordar la orilla de la playa nos ha dejado un libro potente y angustiado. La autora parece una pantera que ronda los barrotes que la encierran, y estudia el modo de atravesarlos. La isla es un castillo que protege, pero también un mausoleo levantado sobre las espumas.

Anémona es un poemario imprescindible para conocer la nueva poesía que se escribe en América.

                                                                              © Ariadna G. García
                                                                    (Del prólogo a Anémona)

El libro ya está disponible en las siguientes  librerías:

Centro de Arte Moderno. C/ Galileo, 52. Madrid
El Aleph. C/ Ferraz, 22. Madrid
República de las letras. Plaza Chirinos, 6. Córdoba.

O enviando un correo a: maqueta@polibea.com

Precio: 10 euros.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Recitales octubre 2016

CÓRDOBA: FESTIVAL COSMOPOÉTICA:

5 de octubre, 18h, Sala Orive: Lectura "La voz de los poemas" con Siomara España (Ecuador)

6 de octubre, 18h, Sala Orive: Presento y modero "La voz de los poemas" con Javier Gato, Jamila Medina Ríos (Cuba) y José Ignacio Bartolomé

MIJAS (MÁLAGA)

7 de Octubre, 20h, Bar la Martina, Mijas Pueblo: Poesía La Martina. Recital de poesía bilingüe. Con Siomara España y Zurelys López Amaya


MADRID
9 de octubre, 18h, Floristería Kaloto, Recital-concierto sensorial entre flores



ESTADOS UNIDOS

12 de octubre, 18.30h: Lectura en Connecticut: Naugatuck Valley Community College. Dentro del ciclo Confluencias:




NUEVA YORK
THE AMERICAS POETRY FESTIVAL
13 Y 14 OCTUBRE