martes, 19 de febrero de 2013

Reseña del poemario de Abbas Beydoun


























Un minuto de retraso sobre lo real, Abbas Beydoun (Vaso Roto ediciones, 2012)


Abbas Beydoun es un poeta árabe de los que “nunca sueñan con Al-Ándalus” como se definió en una entrevista en 2010 en Córdoba. Su poética, alejada de la alambicada retórica árabe clásica, y de las líneas de poesía mística o de compromiso, bebe directamente de la tradición europea, cobrando una enorme profundidad que rompe el muro entre Oriente y Occidente. Nacido en Tiro (Líbano) en 1945, Beydoun fue encarcelado en 1982 durante la invasión israelí del Líbano por su vinculación con los movimientos de izquierda. Además es novelista, traductor y director de la sección cultural del diario As-Safir desde 1997.
Un minuto de retraso sobre lo real (Vaso roto, 2012) recopila tres libros de Abbas Beydoun de tono muy diferente, escritos en prosa poética y traducidos magistralmente por Luz Gómez García, recientemente galardonada con el Premio Nacional de traducción: Una temporada en Berlín (2005), Puertas de Beirut (2007) y La muerte nos toma las medidas (2008).
Los dos primeros indagan en la identidad, tanto individual como colectiva. Desde Berlín, el poeta reflexiona sobre una lengua común (para qué escuchar una palabra en árabe en esta lluvia que se escucha en todas las lenguas) que, más allá de las fronteras de las palabras facilite la convivencia y sea un punto de encuentro. La lengua no se deja cortar y nos une en el sufrimiento, el miedo o la alegría colectiva.
Desde Las puertas de Beirut, la poesía es como una herida en el pecho donde el dolor está petrificado. Beydoun emplea un lenguaje gris para nombrar lo cotidiano, tan aséptico como transgresor. Protagonizan los poemas las heridas, los tullidos, los cardiacos o el árbol humano. Los poemas cobran una ironía ácida, casi esperpéntica y un tono irreverente que cuestiona todo con hondo pesimismo: la vida continúa: sigue produciendo el suficiente ozono saludable y veneno destructor. El poeta se muestra crítico y escéptico con la historia-la Guerra Civil de 1975, la Guerra del Líbano en 1981-haciendo constante alusión a atentados y mutilaciones. Por otro lado, caricaturiza el colonialismo francés: además los dioses tienen ceñudos rostros extranjeros que, sin motivo, nos escrutan.
El último poemario del volumen, La muerte nos toma las medidas, cobra introspección y un estilo más metafórico, a través del cual aborda los grandes temas de la poesía universal: el amor, la muerte, la memoria. Hay un cuestionamiento de la realidad y no faltan reflexiones sobre la propia escritura: Los poemas no llegaron por inspiración ni por ningún otro arte de magia. Fueron cosa, sin duda, de mis huesos anquilosados.
Cabe resaltar la maestría del autor libanés en la construcción de los poemas. A través de la superposición de planos, las imágenes y metáforas se desdoblan en múltiples significados, creando una especie de escenografía abstracta de gran complejidad.
Estamos ante un poeta de estilo personalísimo y heterodoxo, que se reinventa constantemente y busca nuevas formas de expresión. Ejerce una gran influencia en la nueva generación de poetas árabes, por todo lo que aporta de novedoso. Como sugiere Luz Gómez en el prólogo del libro, Abbas Beydoun abre las puertas de la poesía árabe a la posmodernidad.

                                                                            Verónica Aranda
                                                                            Revista Nayagua, enero 2013

Os dejo un poema del libro:

La vida en una maleta

Se puede reducir la vida a una maleta: no es más que el conjunto de lo que se queda y de lo que hay que llevar. Puede luchar en una laringe herida o golpear en un bronquio. Es que tú no sabes en qué momento estás solo en tu garganta o en una vértebra, o en el espíritu que se desprende de tus uñas. Se puede reducir la vida a una sola maleta, con unos zapatos relucientes y un libro nuevo —tú no te irás con bártulos viejos, dejas junto lo que se queda y prefieres comprarlo nuevo. Pero los muertos no viajan, residen en un palmo de recuerdos y es difícil arrancarlos del suelo; de todos modos, y sin que sepamos cómo, llegan antes que nosotros.

                                                                                 Abbas Beydoun
                                                                                 Traducción de Luz Gómez García

viernes, 15 de febrero de 2013

Dos poemas de José Mário Silva























                                           Foto: Alicia Andrés


  José Mário Silva (París, 1972). Reside en Lisboa. Es poeta, periodista y crítico literario. Muy recomendable su blog: Bibliotecário de Babel y su poemario: Luz indecisa.



recreio
Caruma, raízes escuras, manchas
de luz entre as árvores. Enquanto
ali estávamos o colégio era um
vulto branco a arder ao sol,
lugar de gramática e geografia,
salas onde a voz do ditado
ecoava e a que nem sempre
queríamos regressar. Às vezes
a tarde imobilizava-se quando
partíamos pinhões com pedras
aguçadas e sentíamos nos dedos
a textura da resina. Jogávamos
à bola com pinhas, usávamos
cuspo para limpar o pó dos sapatos
ortopédicos, esfolávamos joelhos
– rituais infantis como tantos outros,
condenados à nostalgia.

recreo
Aguja de pino, raíces oscuras, manchas
de luz entre los árboles. Mientras
estábamos allí el colegio era un
bulto blanco ardiendo al sol,
lugar de gramática y geografía,
salas donde la voz del dictado
resonaba y donde no siempre
queríamos volver. A veces
la tarde se detenía cuando
partíamos piñones con piedras
afiladas y sentíamos en los dedos
la textura de la resina. Jugábamos
a la pelota con piñas, usábamos
saliva para limpiar el polvo de los zapatos
ortopédicos, se nos excoriaban las rodillas
-rituales infantiles como tantos otros
condenados a la nostalgia.

insones
Fumam à janela, o vento frio
desfaz o fumo, os dedos tremem.
Não sabem uns dos outros,
espalhados pela cidade, mas
procuram as luzes ainda acesas
noutras casas. Noite dentro,
o silêncio dos que dormem
é uma afronta, desleixo pueril
de quem consegue ignorar
as facadas do tempo, a areia
entre os dedos, o sobressalto.


Insomnes

Fuman en la ventana, el viento frío
deshace el humo, los dedos tiemblan.
No saben unos de otros,
esparcidos por la ciudad, mas
buscan las luces aún encendidas
en otras casas. Noche adentro,
el silencio de los que duermen
es una afrenta, descuido pueril
de quien consigue ignorar
las puñaladas del tiempo, la arena
entre los dedos, el sobresalto.


                            José Mário Silva
                             De Luz indecisa (Océanos, 2009)

                             Traducción: Verónica Aranda

jueves, 7 de febrero de 2013

Reseña de "Café Hafa" por Manuel Quiroga
























          VERÓNICA ARANDA “CONCIENCIA DE FUGACIDAD”

CAFÉ HAFA OBTUVO EL XXVI PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA “ANTONIO OLIVER BELMÁS” (TRES FRONTERAS EDICIONES/REGIÓN DE MURCIA/AYUNTAMIENTO DE CARTAGENA, 2012)


El universo a veces es un gran diccionario. Sus paisajes, sus fuentes, sus mares y montañas son hollados sin pausa por mujeres y hombres. Son poetas inquietos que descubren afectos, horizontes inmensos, deseadas caricias, rincones exquisitos, amaneceres claros. Y de eso van escribiendo, sin prisa y sin pausa, quienes ven en el verso ese  medio perfecto para hablar de sus viajes.
En 40 delicados poemas Verónica Aranda nos lleva por el embrujo lírico de varias ciudades de Marruecos, ese norte de África apacible y hermoso, donde el mundo parece detenerse ante cada mirada. Cuatro partes (“Cafés de Tánger”, “Medina”, “Cinema Rif”, “Al lil”) tienen el mismo soplo poético, como si la autora nos quisiera llevar de la mano por cafés, esquinas y semblantes para, en un apasionado viaje, darnos a conocer un universo diferente y etéreo. Varias citas anteceden su trabajo y ya en “Taif”, primer poema, leemos:”Elijo la quietud,/aquella metafísica que gira/en torno a las teteras,/donde hay un tiempo líquido, humeante/que transcurre entre juegos de tahúr”. Nos vamos situando en un entorno quieto pero absorbente, no sólo son los cafés quienes esperan nuestra visita, son los paisajes mudos, la geografía humilde, el tiempo deteniéndose a nuestro paso. Leamos: “Ciudad y no ciudad,/universo de tránsito/en donde los viajeros traducían el mundo,/su porción de licor y nomadismo”. Son trocitos de Tánger, de ese Café Hafa al que Verónica dedica una preciosa elegía: “No quiero ver las barbas del fanático/que huye por las cornisas,/ni la ambulancia que no llega”. Pues sí, era cierto. La existencia forma parte de los rincones limpios, de la ansiedad de los seres humanos. Así es posible vivir entre el humo de los cafés y otras historias. Muy recomendable el poema titulado “Continental”: “Disfrazo de palabras/ esta conciencia de fugacidad/igual que un desayuno a mediodía/donde comienza África,/donde rozar las yemas de tus dedos/es recordar ciudades visitadas./En estas latitudes nos esperan/los taxis colectivos,/las citas frente a viejos hospitales./Y poco quedará de esta ciudad:/nombrar en un idioma que no es nuestro,/un sábado de sol,/las manos enlazadas por angostas callejas”.
Es apasionante la labor del poeta que recorre los edenes o las hondonadas y que viste a ambos con la misma belleza. Es la belleza de la palabra, el gusto por moldear los abiertos espacios de todas las primaveras. En este caso si son las ciudades, de Tánger a Tetuán o de Xauen y Rabat a Marrakech, las primeras protagonistas del viaje ilusionado también, ciertamente, van quedando algunas briznas de amor cerca de las fachadas: “Llegarás en el tren de Casablanca;/no tendremos ya nada que decirnos” o “He aprendido a nombrarte bajo los apagones,/cuando sabemos que la noche es llaga,/patio interior, furtivos alelíes”. Los cinco poemas de “Cinema Rif” nos dejan un poso de blancura y de nítido lirismo. “Sobrevivimos en ciudades líquidas./Meterse cualquier tarde en el Cinema Rif/era lo más cercano a trascender”
En contraportada  Jorge Fernández Gonzalo escribe: “La autora recorrre las bulliciosas medinas marroquíes, los cafés donde el tiempo cobra otra dimensión, las noches árabes que huelen a almizcle. La emoción encuentra su expresión certera, la nostalgia se materializa en ritmo, en una poesía de viajes que nos trae los vientos de Tánger, el aroma de lilas y de bergamotas, endecasílabos con el sabor especiado de los zocos”.
Que Verónica Aranda y los demás poetas sigan viajando y dándonos sus expresiones de ese edén, profundo, que es el universo y esa leyenda de bellezas que es la vida.

Manuel Quiroga Clérigo (San Vicente de la Barquera, 7 de febrero de 2013).