martes, 26 de octubre de 2010

Reseña "Postal de olvido"

                                       

Postal del olvido, Verónica Aranda
El Gaviero Ediciones, Almería, 2010. 46 pp. 16 €

                                                                                               Ignacio Sanz

Cada poema nos propone un viaje que participa de lo introspectivo y de lo físico. Verónica Aranda, es una consumada viajera; algunos de sus libros son un resumen sus experiencias vitales en países lejanos. Tal es el caso de Cortes de luz, que centra su mirada en India y por el que le dieron el año pasado un accésit al premio Adonáis. Este libro es el resumen de una larga estancia, donde asistimos a escenas cargadas de emoción con una mirada solidaria hacia un entorno lleno de contrastes y carencias que quedan magníficamente retratadas, sin dramatismos añadidos, con serenidad. De modo que finalmente quien se adentra por sus páginas tiene la certeza de haber viajado con ella por aquel vasto país cuyo latido nos acerca con una mirada cómplice, lejos, muy lejos de cualquier atisbo turístico. De la misma manera que cuando se lee Roma, peligro para caminantes, uno tiene la sensación de que en esos sonetos de Alberti se capta la quintaesencia de la Roma eterna.
Pues bien, en Postal de olvido, Verónica Aranda, siguiendo su vocación viajera nos hace un recorrido por alguna de esas ciudades, regiones o países que han dejado una huella especial en su ánimo. Oaxaca, Trinidad de Cuba, Pinar del Río, Castilla, Bagdad, Ammán, Teherán, Isfahan, Shiraz, Gaza, Kioto, Goa, Ceilán, Rawalpindi, Sudáfrica, Cape Cross, El Cairo, Bruselas, Lisboa, Óbidos, Oporto, Oslo, Tánger, Granada, Córdoba, Medina Azahara, Almería y Madrid. Este larguísimo viaje se abre con el poema “Embarque” que lleva una cita de “Itaca", el célebre poema de Kavafis.
Cada poema es una postal que Verónica nos envía, pero que también se envía a sí misma, una postal donde queda patente la sensación primordial que le produce la ciudad. Lo deja claro en el segundo poema del libro: “Te escribo esta postal del Oaxaca/ en una plaza donde hay flamboyanes/ naranjas y el olor que tiene la pobreza:/ mazorca de maíz/ tostada en carromatos.»
En algunas ciudades, como en Kioto, el homenaje es doble al utilizar el haiku, tan contenido, tan oriental, como forma de interpretación poética:
«Lluvias continuas./ Desaparece el monje/ tras los cerezos.»
La reflexión sobre su labor introspectiva vuelve de nuevo en el poema que dedica a Cape Cross (Namibia): «De repente sentimos/ un deseo imperante de escribir/ a los viejos amantes: la memoria,/ el desaliento de la lejanía,/ el olvido que encierra una postal/ desde una playa atlántica con niebla,/ chacales y preguntas silenciadas.» O en el poema que dedica a El Cairo que comienza de manera inequívoca: «Quise ser escritora en un hotel de El Cairo.» Y que concluye con un puñado de versos metaliterarios, como si la poeta viajara impelida también por el recuerdo de ciertas lecturas: «Y aplazar el momento de entrar en la ciudad/ cubierta de monóxido, entrevista/ desde las fortalezas./ Y en el Khan el Jalili/ sentarse en un café a matar la tarde,/ donde fuman narguile/ los personajes de Naguib Mahfuz.»
La sombra de los grandes autores también la acompaña en Tánger, de tal modo que, además del viaje, Verónica lleva en su memoria esas lecturas esenciales que la ayudan a calibrar con más hondura las escenas en las que fija su mirada: «Existen los navíos/ porque existe tu rostro, te diría/ con palabras de Andrade, en la baranda/ del ferry, en plena hora.»
Estas postales de ciudades vividas nos trasmiten escenas de la vida cotidiana, a veces con olor a miseria, pero tampoco se escapan de cierta nostalgia familiar que se centra sobre todo en Cuba, donde el bisabuelo castellano anduvo de soldado y la nieta lo recuerda a través de viejas fotografías que han dejado huella en su memoria.
En definitiva, estamos ante una jovencísima poeta, inquieta y cultivada, que se conmueve y nos conmueve al acercarnos las emociones que sus viajes por ciudades de medio mundo, una poeta cuya mirada profunda y solidaria se aleja por completo de las sensaciones felices que nos trasmiten las agencias de viajes.
El lector, encerrado con este libro, siente el vértigo del vacío cuando llega al final, al último poema, “Fragmento de postales” y lee, con nostalgia ya de la propia lectura que concluye y con los ecos de Cavafis que acude a cerrar el círculo: «Ciudades-languidez de hombres enjutos/ fumando pipas de ámbar o ciudades/ con heridos de bala/ y huelga general. Lechos de juncos/ donde yacen, exhaustos, los amantes./ Ésta es tu poética, viajero./ No dudes en los cruces de caminos./ Demora tu regreso varios años.»

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sábado, 16 de octubre de 2010

El lenguaje del nómada


                         
                            El lenguaje del nómada



El lenguaje del nómada es sencillo,
se gesta en las vasijas de barro sin cocer,
no malgasta palabras. Era lúcida
esta forma de entrega.
La audacia y aquel vuelo de milanos
por las murallas de la vieja Delhi.


                                             Verónica Aranda
                                             Cortes de luz (Rialp, Madrid, 2010)
                      

jueves, 14 de octubre de 2010

Marta Fuentes

                 
     Desde Nueva Delhi me acaban de llegar unos poemas inéditos de Marta Fuentes, amiga, maestra, poeta con mayúsculas, de la estirpe de los poetas nómadas. He elegido una trilogía enmarcada en diferentes espacios de la capital india, donde la autora se entrega a la contemplación,  aunando con elegancia elementos arquitectónicos, paisajísticos y elegiacos a través de un equilibrado barroquismo. Un canto a las ciudades que “duelen en lenta sincronía,” su caos cotidiano reordenado en armoniosos versos.  

   Marta Fuentes nació en 1971. Se doctoró en Filología Hispánica con una tesis sobre poesía española de los años 80. En el año 2003 viajó a la India, en donde vivió cinco años. Tras un año de estancia en Estambul ha vuelto por tiempo indefinido a Nueva Delhi, en donde trabaja como profesora de plantilla del Instituto Cervantes. En 1994 publicó su único libro de poemas editado, Servidumbre de Vistas, tras ser galardonada con el Premio Blas de Otero de la Universidad Complutense. Es autora de un libro inédito Un pensamiento es un arco, y actualmente escribe su poemario Estambul, del que forman parte estos tres poemas inéditos. Formó parte del grupo poético y de la antología Estruendomudo y algunos de sus poemas se publicaron en la revista Archione, El signo del gorrión y Turia.

            
               
El Fuerte Rojo (Lal Quila)

La codiciada vida en los muros
rojizos del atardecer filtrado
en enjambre y bullicio nocturno,
la codiciada vida retenida
en la crestería añil de las calles;
la violeta circuncisión del tiempo
que rompe la cerámica del alba;
Lal Quila, en ti la lluvia, un ave
anónima, una muerte sin rostro
en parihuelas, hallan la arena
última, el relieve y el cobijo.

           Meharauli

Aquel cementerio dentro del ámbar,
la barroca manera
de no desbordarse el agua
en los ojos y el armonio místico
al caer el sol; duelen
en lenta sincronía las ciudades,
la ingrávida envoltura de invierno,
la tumba del sufí en su crisálida,
la lluvia derviche que gira lenta
en la antigua Meharauli.



      El Ridge-Old Delhi I

Vivíamos en la noche sin celebrar
la noche, sin hallarla;
lo oscuro y la luz muda del día
eran un mismo mármol crepitante,
la misma lisa espalda del amor
tan indistinto a buganvillas rojas,
a la madera mojada del pipal;
vivíamos en la jungla sin celebrar
la jungla,  sin hallarla.


                                               Marta Fuentes

                                                Inéditos




           

             

martes, 12 de octubre de 2010

Miguel Ángel Velasco (1963-2010)

                                                                                                                Benarés


  
         Un pequeño homenaje a Miguel Ángel Velasco, que nos acaba de dejar.  Gran poeta mallorquín, siempre alejado de cenáculos literarios, para quien la poesía más que un oficio era un sacerdocio. Versos metafísicos de enorme musicalidad:


           
       La alegría

Diré de la alegría, aunque regresen
esas noches sin fe en las que apuramos
un vino de rencor; aquellas horas
de hosco abatimiento en que uno envidia
la vida de las bestias.
A pesar
de la anciana palabra, no hecha acaso
para decir la dicha, aunque después
la traicionemos siempre. Aunque al final
siempre haya que pagarla: no se es
feliz impunemente”.

                                                   Miguel Ángel Velasco

lunes, 11 de octubre de 2010

Calle de Nueva Delhi


                                  Prithviraj road
                                                              Delhi 14h                           

                       

                        Esta joven mendiga que se quema

                        las plantas de los pies en el asfalto:
                       
                        la piel de la ciudad en carne viva.


                       
47 grados y humedad

                        por avenidas de la iniciación

                        y magnolios sin sombra. Caos, rickshaws

                        donde viajamos siempre a la deriva

                        y el riesgo se parece a la navaja

                        algo oxidada del barbero ebrio.


                       
La piel de la ciudad en dispensarios

                        y en las estrías de la obrera paria

                        que carga en la cabeza seis ladrillos

                        bajo un sol de escorpiones. Lejanía

                        en que desconocemos lo ilusorio,

                        agazapado bajo las guirnaldas

                        en el umbral de un templo donde Vishnu

                        se reencarna en la piel de un jabalí.

                                                                                  Verónica Aranda
                                                                                   Cortes de luz (Rialp, Madrid, 2010)






                                                                                 

domingo, 10 de octubre de 2010

Postal de olvido

                                            
                        Oaxaca (Méjico)
                                            Si me pierdo buscadme por Oaxaca.
                                                                                   OCTAVIO PAZ



Te escribo esta postal desde Oaxaca,
en una plaza donde hay flamboyanes
naranjas y el olor que tiene la pobreza:
mazorca de maíz
tostada en carromatos. Imagino
la prepotencia de los españoles
cinco siglos atrás, en una furia
de espuelas y fogatas destructoras,
levantando edificios que iniciaban
el ciclo eterno de la corrupción
el fanatismo de los evangelios.
Aún conservan las calles el trazado
colonial, y en los patios interiores
florecen las majaguas, y las casas
son de tonos pastel. Hay una hilera
de mujeres frente a la catedral
que tejen los manteles de colores vivísimos
hasta la medianoche. Me confundo
en ese anonimato de las fiestas
con músicas mestizas
y charlas de guayaba. Y hasta olvido
que tus manos olían a lavanda
la noche de la ausencia.

                                             Verónica Aranda
                                             Postal de olvido (El Gaviero, Almería, 2010)








sábado, 9 de octubre de 2010

Haikus de otoño

   
       Se me ocurre inaugurar este blog literario con unos haikus, un género sagrado y sublime dentro de la poesía breve, capaz de condensar en 17 sílabas el mundo, como si se contemplara por primera vez, sus pequeños cambios, en forma de flashes o pinceladas. En la tradición oriental, la poesía es una forma de naturaleza y la naturaleza es poesía. Ambas se funden en el instante de la observación flechada por el lenguaje.

        I

Hoja de trébol:

el otoño desnuda

cuatro quimeras.

      II

Una jornada

en completo silencio.

Parpan los patos.

     III

Melancolía:

la manada de antílopes

desaparece.

     IV

Bajo los puentes

lavanderas y escarcha;

silba el barquero.

                              Verónica Aranda