viernes, 14 de abril de 2017

Antología de poesía puertorriqueña "Vientos alisios"




Ya ha salido a la luz en Polibea (colección Toda la noche se oyeron), la antología "Vientos alisios. Poesía puertorriqueña 2000-2017". Fue todo un lujo hacer las primeras presentaciones en Puerto Rico, en San Juan y Ponce. Mi agradecimiento a los antólogos y poetas participantes por su apoyo incondicional en las presentaciones. Quedan ejemplares del libro en AC libros San Juan.
En España ya está disponible en la mayoría de estas librerías: http://web.librerantes.com/las-librerias/
y a través de la distribuidora Librerantes: librerantes@librerantes.com

En junio presentaremos el libro en Madrid, aprovechando la presentación de una de las antólogas y poetas, Cindy Jiménez-Vera. Os iremos informando

Como curiosidad histórica y para recordar un acontecimiento clave que se logró con la primera República, añadimos el siguiente colofón:
"Vientos Alisios se acabó de imprimir el 22 de marzo de 2017, cuando se cumplen 144 años de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, aprobada por las Cortes españolas de la Primera República."

Os dejo mi prólogo a la edición española:

IDENTIDAD E INSULARIDAD

  El tema principal de toda la poesía puertorriqueña es, sin duda, la identidad. Con una compleja situación histórica y política, Puerto Rico siempre ha sido colonia de algún Imperio, primero de España y a partir de 1898 de Estados Unidos. Esto contribuye al aislamiento de su literatura, que apenas se conoce en nuestro país y tampoco goza de buena difusión en el contexto latinoamericano, a pesar de que es una de las más innovadoras en lengua castellana. El objetivo de Vientos Alisios, es dar a conocer una pequeña muestra de la poesía que se hace hoy en día en Puerto Rico, tanto dentro de la isla como en la diáspora. Reúne a 16 poetas nacidos a partir de finales de los 60, que tienen un nexo en común: la experimentación y una poética de la disidencia que rompe con los discursos de la dominación.
   El castellano en Puerto Rico no deja de ser un idioma de barricada, una forma de reivindicar su pertenencia a Hispanoamérica y, a la vez, su identidad propia, sin dejar de asimilar sus raíces africanas y la tradición española. Es notable la influencia de Juan Ramón Jiménez (especialmente de sus últimos libros) y de Pedro Salinas (que está enterrado en San Juan de Puerto Rico, frente al “Contemplado”) en la poesía puertorriqueña del siglo XX. Tampoco ha sido suficientemente estudiado el impacto que tuvo allí el exilio republicano español y su implicación en la Universidad y en un proyecto de país que entonces se cuajaba y que les tendió su mano benefactora.
Dentro de este complejo tema de la identidad, hay elementos históricos que se reflejan en los textos los poetas antologados como el colonialismo, el imperialismo, las migraciones y vivencias neoyorquinas, la negritud, el subdesarrollo económico, etc. Se trata de una identidad de carácter unitario y a la vez diverso, debido al variado proceso de transculturación. Llama la atención la mezcla de inglés y castellano en algunos de estos poetas, las estrofas bilingües con sus cambios de códigos, pero no dejan de ser fieles a ese hispanismo y nacionalismo que representan una cosmovisión, un acto de resistencia y desafío a la cultura anglosajona en su lucha por la independencia. 
   Asimismo, abunda en estas poéticas el coloquialismo, influidas por el lenguaje popular, o la oralidad, presente en formas métricas como la décima. Encontramos dimensiones performáticas, neologismos, lenguajes híbridos característicos de la posmodernidad, con destellos de hip-hop, titulares de noticias o el fragmentarismo de las redes sociales. La carnavalización, lo grotesco y lo desmesurado, comunes a poesía antillana, se reflejan estilísticamente en versículos largos, flujo incesante de imágenes oníricas y poemas en prosa que se prolongan de una manera prodigiosa. 
   El otro concepto clave y complejo de toda la poesía de las Antillas es el de la insularidad, que constituye un motivo de meditación y un modo de enfrentar la existencia. Aparece desde el principio como dicotomía, que oscila entre lo edénico y lo aprisionado. Las fronteras de agua y el mar Caribe representan lo exótico y un imaginario de evasión en plenitud y pureza. María Zambrano en su libro Isla de Puerto Rico[i] habla de las islas como ese “imán que atrae a la imaginación hacia algo primario, no corrompido todavía, de la naturaleza humana.” Por otro lado, la insularidad también puede ser opresión, sensación de aislamiento y lontananza, falta de infraestructuras y decadencia; esa herrumbre de la habla Juan Ramón en sus diarios[ii]. Dicha dicotomía puede desembocar en dos tipos de poéticas: una más filosófica e introspectiva y otra que se vuelca hacia afuera e intenta suplir el cerco a través del viaje y de una poderosa imaginación. En cualquier caso, la insularidad representa por encima de todo la esencia, inherente al ser caribeño. Como señalan Margarita Mateo Palmer y Luis Àlvarez[iii], “la visión de las islas, pues, resulta una imbricación de sensualidad y destino trágico”.

                                                                                               © Verónica Aranda




[i] Zambrano, María: Isla de Puerto Rico (nostalgia y esperanza de un mundo mejor), La Habana, 1941
[ii] Jiménez, Juan Ramón: Isla de la simpatía, La Editorial, Universidad de Puerto Rico, 2008
[iii] Mateo Palmer, Ana Margarita y Álvarez Álvarez, Luis: El caribe en su discurso literario, Siglo Veintiuno Editores, México, 2004

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