Foto: Isabel San Martín
Paulo José Miranda (Paio Pires, Portugal, 1965) es poeta, narrador y dramaturgo. Una de las voces más interesantes de la poesía literatura lusa contemporánea. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Lisboa. Ha recibido galardones tan prestigiosos como el Premio Teixeira de Pascoaes de poesía o el Premio José Saramago de novela. Ha residido en Portugal, Macao, Estambul y actualmente vive en Brasil. Es miembro del Pen Club y colabora en diversas revistas y periódicos internacionales.
SAUDADES DE CASA
Nas férias brinca-se ao que se poderia ter sido
se não se fosse aquilo que se é.
Há uma simpatia exagerada pelo que se vê:
uma mesquita, um pastor conduzido
pelo seu rebanho, os miúdos
que limpam os vidros do carro por uma moeda,
a solidão à beira da estrada
partilhada pelos legumes, as frutas e a vendedeira.
Ninguém paga o preço do que bebe,
do que come, paga-se o esquecimento
daquele que deveria ter ficado em de onde viemos
e teima, por vezes, em estar aqui connosco.
Há raparigas que escutam atentamente
as histórias mesmo que não oiçam,
e são ainda mais belas do que as suas gargalhadas.
Ao luar vêm-se como sonhávamos
à saída da longínqua infância.
Um postal escrito apressadamente
frente à ilha de Lesbos
tem tanto sentido para que o irá ler
quanto a vida em todos os dias do ano.
Mas escrevêr-lo é importante
para reforçar a distância para connosco mesmos.
É provável que alguém pense na sua própria mulher
de férias em outra parte do mundo,
e na possibilidade de estar a sentir o mesmo,
mas não sente medo.
Ninguém é que é, e quando
regressarem dirão só o pouco
que a educação permite.
Amar-se ão como se houvesse
alguna verdade nisso, para além
do acaso de viverem juntos e ser
muito tarde para deixarem de o fazer.
Nesse dia ouvir-se-á em uníssono
<<já tinha saudades de casa>>.
Lisboa morre pouco a pouco sob os lençóis
e no outro dia é já trabalho.
SAUDADES DE CASA
En las vacaciones se bromea con lo que podríamos haber sido
si no fuésemos aquello que somos.
Hay una simpatía exagerada por lo que se ve:
una mezquita, un pastor conducido
por su rebaño, los niños
que limpian los parabrisas del coche por una moneda,
la soledad en plena calle
compartida con las verduras, las frutas y la vendedora.
Nadie paga el precio de lo que bebe,
de lo que come, se paga el olvido
de aquél que debería haber permanecido en el lugar de donde venimos
y se empeña, a veces, en estar aquí con nosotros.
Hay muchachas que escuchan atentamente
las historias aunque no oigan,
y son aún más bellas que sus carcajadas.
A la luz de la luna se ven como las soñábamos
a la salida de la infancia lejana.
Una postal escrita apresuradamente
frente a la isla de Lesbos
tiene tanto sentido para quien la va a leer
como la vida en todos los días del año.
Pero escribirla es importante
para reforzar la distancia con nosotros mismos.
Es probable que alguien piense en su propia mujer
de vacaciones en otra parte del mundo,
y en la posibilidad de estar sintiendo lo mismo,
pero no siente miedo.
Nadie es quien es, y cuando
regresen dirán sólo lo poco
que la educación permite.
Se amarán como si hubiera
alguna verdad en ello, más allá
del azar de vivir juntos y ser
muy tarde para que dejen de hacerlo.
Ese día se oirá al unísono
<<ya tenía nostalgia de casa>>.
Lisboa muere poco a poco bajo las sábanas
y el día siguiente ya es laborable.
Traducción: Verónica Aranda
Muito, muito lindo Verónica.
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